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El Camino de Aníbal Jaén - Roma 18 de Julio / 7 de Agosto de 2003 |
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Día 12 - Montpellier > Orange Martes, 29 de julio de 2003 Otra vez me levanto bastante temprano, antes de que suene mi reloj-despertador. Desde hace unos días tengo el estómago flojo, voy al cuarto de baño 3 ó 4 veces diariamente, sobre todo antes y después del desayuno son las horas cruciales. Luego, a lo largo de la etapa, quizás habré parado a hacer pis cada 10-15 km de media; vamos, que un perro con buen olfato podría haberme seguido fácilmente. Por fin salgo a las 6:50 de Montpellier, aunque me confundo y paso casi una hora dando vueltas hasta que por fin cojo la salida buena, la N-113 en dirección a Nîmes. Hasta esta ciudad, la carretera sigue igual de llana que ayer. Lo que más me gustaba de las nacionales francesas eran las plantaciones de plátanos centenarios que anunciaban la proximidad de cualquier pueblo. La travesía a Nîmes se me hizo un poco tensa, pero me alegra la idea de saber que ya no encontraré a mi paso más ciudades de importancia en Francia. Aprovecho para detenerme a la salida de la ciudad junto a una zona comercial, donde compro comida y bebida para la merienda que allí mismo devoro. Cojo ahora la N-86 para, en escasos 20 km dejarla por la N-100 que enseguida abandonaría en favor de la D-976. Ésta última es otra carretera 'pintoresca', es decir, otro rompepiernas. Como no hay otra manera de llegar a Orange en bici cojo esta ruta, pero lo peor estaba por llegar. Conforme me acerco al Mount Ventoux el viento va arreciando. Llega un momento que literalmente, no puedo avanzar a más de 5 km/h por culpa del viento. Me siento fatal, hundido completamente y furioso con el viento de las narices. Veo ya imposible llegar a Nyons, mi objetivo para hoy, y me conformo con intentar llegar a Orange, si es que el viento me deja. Agotado, llego a Roquemaure y como no veo ningún comercio abierto paro a comer en un restaurante algo cutre. Allí tengo una de mis peores experiencias en este viaje, ya que me estafan en la comida, cobrándome lo que les dio la gana, pero estaba tan mal que me da igual. Algo repuesto y ya sin tanto viento, cruzo el Ródano. Empiezo a ver los Alpes y eso me anima a seguir hasta Orange, donde llego a las 15:30. Hace un sol de justicia, además he perdido la crema bronceadora en una de mis paradas y me dirijo al centro a buscar un hotel para descansar cuanto antes. La ciudad es muy turística y hay bastantes hoteles donde elegir, así que pronto encuentro habitación en el hotel St Florent, junto al teatro romano, regentado por una familia un tanto hippy. Si ayer me hacía gracia el color de las habitaciones, la de hoy es para troncharse... sólo les faltaba poner en la pared un póster de haz el amor y no la guerra... Eso sí, me dejaron meter la bici en un trastero y la encargada incluso hablaba español. Por la tarde paseo un rato, compro comida, zumos, protector solar, pasteles... me los he ganado.
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